La acción de abstenerse, si bien es una postura resulta, en la mayoría de los casos, muy vacía de una auténtica conexión, más cuando esta abstención la referimos para casos en los que la participación es secreta y no pone en riesgo, para nada, la seguridad del individuo.

Cuando, en nuestra más reciente elección, contemplamos que ante una realidad aplastantemente clara de: inseguridad, inflación, irrespeto; pertenezcamos al bando que sea, no nos expresamos, cabría preguntarnos cosas como éstas: ¿Será que prefieren dar la espalda a lo que les duele realmente, vivirán la cotidianeidad como mortales, o andan encumbrados, a manera de dioses, en algún Olimpo, es tanta la depresión que cargan que en lugar de vivir , viven muriendo, o que simplemente, de tanta decepción les ganó una especie de anarquía infantil?

Pero quizás sea sencillo ver este panorama en los otros; y poco solucionaríamos si los saliéramos a perseguir, culpabilizar, o castigar; la verdad creo que su entorno y su conciencia, a través del tiempo, se encargarán de ello.

Sin embargo, cabe reflexionar cuánto de cada uno hay de este treinta por ciento de abstencionistas. Creo que en un universo donde de cada cien ciudadanos treinta se abstienen, habrá que revisar con hidalguía ese treinta por ciento de mi que se abstiene en mi propia vida diaria; a lo mejor de sentir, de decir, de arrecharse, de ocuparse, de amarse, de cuidarse, etc.

En un mundo en el que nos ganó la comodidad, el trabajo de búsqueda es de todos, y es, primero, hacia adentro, para poder encontrar estas fuerzas, aparentemente dormidas que tanto atentan contra nosotros mismos, y a nuestro colectivo.

Evidentemente en este tiempo de análisis y analistas, donde se debaten cientos de posturas y visiones, dejamos a un lado, la única que realmente nos serviría, y con la que podríamos marcar la diferencia.

Amigos, los enemigos, SIEMPRE, están dentro de nosotros; hallarlos, integrarlos y educarlos, será una labor de vida que nos hará inevitablemente mejores seres y más eficientes ciudadanos.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga