Quizás sea el tema pareja el que más me ha costado en la vida, y en el que más experiencia he acumulado. No puedo ser, aún, quien refiere su éxito relacional logrado, y lo puede testimoniar en las páginas impresas, aunque sí les confieso que constituye el tópico acerca del cual más he reflexionado, más he aprendido, y más he experimentado.

Cabría preguntarse ¿cuál o en qué consiste un verdadero éxito en el campo pareja? Pero definitivamente, en la concepción de un éxito convencional que muestre el encuentro con alguien de modo; «estable, definitivo, y para toda la vida», ahí no me encuentro yo, y no sé si estar allí me hubiera funcionado en esta vida que escogí tan inconvencional, móvil, alocada, y que cada día ratifico como mía. Sin embargo, no dejo de confesar que me encanta la pareja y la considero el laboratorio ideal para crecer y madurar en lo afectivo.

Luz Casal, la cantante gallega dice en una de sus canciones que el amor es ese misterio del que sólo saben dos, y a mí me dan muchísimas ganas de agregarle que no sólo dos, sino tres, por lo menos; también el terapeuta de alguno de los dos quien desde afuera, entra a formar parte de la difícil danza de dos, con la única intención de que aquello funcione o termine de finalizar, ¡vaya labor!

En días pasados, pude ver el video llamado «Tierra» filmado por Discovery y Disney acerca del planeta y los peligros que corremos como parte de él. Allí descubrí algo que no sabía, y era que la mayoría de las especies salvajes llevan dentro de sí una necesidad ancestral de realizar una marcha, una vez al año, hacia un lugar lejano que su propia naturaleza sabe cual es, donde, de nuevo, algunos encontrarán lo que necesitan para seguir la vida. Así, la naturaleza y sus cambios estacionales van marcando esa necesidad por el alimento, el agua, el hábitat; y los llevará a recorrer muchos kilómetros arriesgando la vida, y sabiendo que muchos de la especie irán cayendo durante la dura travesía. Esto, para ellos, forma parte del vivir.

En los humanos, el encuentro con ese ser también marca una marcha donde rompemos corazones, nos destrozan las ilusiones, nos rechazan, huyen y huimos, desfallecemos, nos rendimos, hasta saciar esa necesidad ancestral, ya no de amar, sino de sentirnos amados, y es algo que va más allá del simple hecho de sentirnos bellos, triunfadores, deseables o inteligentes, es la marcha hacia encontrar ese espacio único que se da poco y que llamamos intimidad y comunión con el otro.

La vida se nos vuelve una larga marcha donde vemos morir partes de nosotros, donde matamos cosas de otros, y donde, definitivamente, se forja eso que llamamos: EL SENTIDO DE LA VIDA y DEL AMOR.

Quizás éste libro no es más que el aporte que doy a algunos que me entiendan y sientan, para esa necesaria marcha que nos exigirá ir desnudos de alma y de cuerpo.

Buen viaje, y espero lo disfruten, porque siempre, siempre, siempre, es más feliz QUIEN MAS AMÓ.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga