A propósito de mi más reciente libro, ¿QUÉ PASO CON NUESTRO AMOR?, y de lo que a pareja se refiere, una colega periodista, en un programa de radio me decía: -«Es que cuando se fractura la confianza, la relación ya no tiene sentido». Evidentemente, cuando la confianza es ciega, esa que nos enseñaron a ganarnos, aún poniendo lo más sagrado de nosotros en riesgo de que nos lo pisoteen; se resquebraja, no hay quien salve a esa estructura de caerse; pero cabe preguntarse: ¿Qué puedo aprender de eso: que los seres son indignos de mi confianza, o que mi confianza es demasiado inhumana para los seres que me interesan?

En mi experiencia humana y terapéutica, cumplo con el penoso deber de informarles que la segunda, es la que hay que revisar. Dónde y cuándo pongo mi confianza ciega en algo o alguien, esto es susceptible siempre a que el factor humano aparezca y nos muestre los grises de ese blanco o negro, al cual ciegamente apostamos.

Vivir, se trata de mantenerse alerta, mantenerse buddha, palabra que viene del sánscrito y que traduce: «el despierto». Cuando le damos la espalda a lo humano y nos empinamos a sentirnos o a hacernos ver míticos, nos toca probar nuestra propia medicina y hacernos víctimas de ella, por supuesto pensando y sintiendo que estamos, de nuevo, en el mundo equivocado.

Cuando como padres, como jefes, como socios, como parejas, como hermanos, como hijos, nos dormimos en la confianza; es muy natural u oportuno que lo que me despierte sea la dura manopla de la traición.

Si no me creen, entonces hagamos este ejercicio; piense en las traiciones que ha recibido en lo que lleva de vida. Ahora, pregúntese si ellas no se dieron en el momento en que usted dormía plácidamente en la confianza. ¿Verdad que sí? Si todos hiciéramos esta simple inferencia entenderíamos que la vide en relación, sea cual sea, necesita la permanente tarea de mantenernos alertas, conectados, despiertos; y así lo que hubiese sido traición, puede convertirse en una crisis a negociar, o en algún aspecto a tomar en cuenta, que aunque difícil, no nos propinaría el duro golpe de la implacable e inmisericorde traición.

Cuando se vive en amor, la confianza es un elemento fundamental, pero la humana, la frágil, la falible, la cambiante; ésta nos pondrá en permanente y RELAJADO alerta. Subrayo el adjetivo porque no se trata de algo alterado y paranoico, sino que forma parte de un ritmo del vivir que nos aleja de cosas tan poco fértiles y peligrosas como: la fascinación, la totalidad, lo absoluto, etc.

Amando desde lo humano, aprenderemos lo que nos toca, y detonaremos el único milagro que queremos que en nosotros ocurra: EL SENTIRNOS AMADOS.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga