El viaje hacia la adultez, implica el hacernos día a día dueños de nuestros múltiples espacios y expresiones; sabernos y conocer todos esos matices que poco a poco van apareciendo y nos van enseñando más y más de lo que somos, en este camino para hacernos «personas».

Dentro de ese aparecer, ese descubrir comienza la necesaria valoración, el poner las cosas en el lugar indicado, de acuerdo a nuestro sentir, y colocar esa ponderación tan individual e íntima que permite que veamos las cosas como importantes, sagradas, poco importantes, efímeras o sin ninguna importancia para nosotros. Evidentemente en esa valoración entrarán múltiples factores: historia personal, tradición familiar, cultura, experiencias previas, madurez, religión, sensibilidad, carácter, sueños personales, etc. Y serán estas valoraciones las que detentamos y las que nos hacen interesante y muy estimulantes el vivir.

En el campo relacional, la conexión con estas áreas del otro, dependerá exclusivamente de la valoración de mis propias áreas sagradas, las cuales aparecerán apenas alguien se conecte emocionalmente con nosotros; así, bien iluminadas nuestras áreas sagradas, marcarán en el otro la ponderación y el respeto adecuado para que la relación funcione, por lo menos en sus principios básicos.

Julián tiene treinta y dos años, es profesional y tiene tres años de casado con Margarita, quien asegura que él es lo más importante de su vida. El, siempre tuvo el sueño de ser basketbolista profesional pero, primero una lesión en el tobillo a los dieciocho y luego las necesidades económicas familiares impidieron la realización de su sueño, lo cual no le ha generado frustración, sino un amor grande por jugar basket los fines de semana con sus amigos, hablar mucho del deporte y ver todos los partidos que pasan por la televisión. Ella, se siente postergada por ese aspecto febril de su marido y no ha hecho otra cosa que declararle la guerra y odiar el deporte de la cesta. Esa situación los llevó a mi consulta, llevados por la decepción que él siente del amor de ella, cuando constata que es incapaz de valorar eso tan sagrado e importante para él.

Mi trabajo consistió en enarbolar lo sagrado en él, pero por ser sagrado, que pueda aliarse con otros factores importantes, como el amor, la pareja, la intimidad, etc. Con ella que entendiera y respetara que ella no es, ni puede ser la única en la vida de él, ni de nadie. Que los seres adultos tenemos cosas sagradas, y que el amor viene a enaltecerlas, hacerlas brillar y a negociarlas en el amor. El trabajo con ambos fue largo porque consistió en aprender el difícil arte de negociar, sin sentir que pierden algo; y eso que suena corto y fácil, exige ser adultos, status que nos negamos porque nos pone siempre en el riesgo de este deporte extremo que es vivir.

Respetemos con flexibilidad y amor lo sagrado en nosotros, para poder respetarlo y negociarlo con los seres que realmente nos importan.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga