Entrar en el sexto sacramento, EL ORDEN SACERDOTAL, implica necesariamente, haber consagrado matrimonio dentro de nosotros, una unión en la que nos sintamos parte de un todo; y que, de forma adulta y clara, sintamos el particular compromiso con nuestra propia vida y con todos aquellos que tocamos e integramos a ella.
Este nuevo sacramento se refiere a la vocación, al servicio a otros, a entender la vida como un servicio permanente, como un goce sentido y expresado en el amor a lo otro y a los otros. Desde esa vocación, se expresa la decisión de la escogencia para hacer esto vida, sustento, satisfacción y cumplimiento.
Ningún quehacer tendría mayor sentido, si no llega a otros en forma de servicio, y permite esa simbiosis humana de agradecimiento-servicio-agradecimiento. Se trata quizás, de aprender a conformar la orquesta de la vida, donde el ser solista y virtuoso, no es más que una arista de dedicación y satisfacción, por este sonido que entre todos hacemos para que así llegue al público y como servicio, lo logre emocionar; es ahí cuando la interpretación trasciende cualquier narcisismo particular para convertirse en algo sensible para cada uno de los músicos que componen dicha orquesta.
En mi más reciente viaje a Bogotá, al contrario de la mayoría de venezolanos que hacen esa ruta, llegué molesto e irritado. Se trató del poder observar en dicha ciudad un valor que nosotros, entre dimes y diretes, entre soberbias y modelajes, dejamos en el camino, se trata del orgullo por lo que se hace. Me encontré con un joven mesonero en un restaurante, que cuando le agradecí su amorosa atención, me miró a los ojos y me dijo:
-«Para servirle siempre, señor».
Mientras que en nuestro país lo más frecuente es:
-«Si no te gusta me botas y listo. ¡Bótame pues, pero me das mis reales completos!»
En esas lamentables palabras vemos tiradas al piso cualquier intento por hacer país, por hacer una vida sacralizada en cada uno, y que se pueda manifestar en el otro, desde nuestra vocación y amor por servirle.
De allí se desprende que ORDEN SACERDOTAL, desde el punto de vista eclesiástico se refiera a escoger el camino del sacerdocio para servir a Dios y a sus creaturas. En nuestra reflexión consiste en ser un sacerdote en la cotidianeidad de lo que vivimos, sentimos y hacemos.
Un ser tiene una sola y única misión: servir.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga