Debo comenzar por reconocer que llegué algo tarde a la era cibernética-electrónica, quedándome atrás en muchas cosas y costándome mucho trabajo emparejarme en otras, si agregamos mi poco talento para el manejo de aparatitos, y los cuarenta años más básico más IVA con que orgullosamente cuento, con presbicia incluida, de aquella que hoy, uno se acuesta leyendo perfecto las letricas de las instrucciones de los spaguettis, y mañana, es como si le hubieran apagado una luz dentro del ojo y con la impotencia de a quien, también le acortaron los brazos. Con este panorama, nada alentador, quiero expresar mi legítimo odio hacia unas caritas redonditas, de color amarillo que ya uno conocía en el Messenger, pero al incorporarlas en el Black Berry, porque yo también tengo uno ¡Y qué!, es realmente una grosería comunicacional que ya no es comparable con aquél: -«Te amo, etc», o peor, el -«Te amo demasiadooooooooo! » O peor todavía el: -«Uffffff, cómo te amooooo». O aún más hueco: -«Te amo Q.J.» Este último, podría significar desde: «¡Qué Jodienda!» Hasta: -«Que te jodas», pero sin mucho rebuscamiento, todos estos juegos de vocabulario pudieran tener sentido dentro de una jerga del mensajito de texto, dentro de metamensajes como: -«No tengo tiempo, no me distraigas, tengo miedo de decirte la palabra completa» o simplemente: «Esto es lo que hay, sólo abreviaturas del querer, lo demás te lo imaginas».

El otro día en mi flamante chat de mi tan solicitado teléfono celular, el cual te dicen que es gratis ese servicio, digo, hasta que mensualmente, no te imaginas cómo siempre pagas más, pero ni modo, no hay forma de explicártelo nadie, se parece al arte de gobernar que cada día lo hacen peor, y nadie te lo podría explicar por qué, pero bueno, te lo calas.

Ese día tuve un mediano encuentro con alguien que llamó mi atención, y de quien sentí igual atención, entonces, muy galante yo, le mandé un mensajito, algo sugerente y con mucho doble sentido. Algo así como: -«Mira lo que me mandaron: Mientras acepto que perdí, seguiré bebiendo las mentiras de otras bocas, hasta que luego del cansancio, me de cuenta de que mis besos te supieron a poco». (Este verso no es mío, ni nada que se le parezca, es mi versión de la letra de una canción que me gusta.) Mandé emocionadísimo el mensaje, esperando mínimo un: «Pero qué intenso vale», o «Le diste duro a ese corazón», o «Qué bonito y qué duro», o por lo menos: «¡Deja la ridiculez, a mí no me estés mandando esas pendejadas!» algo de eso, y como para intenso yo, estuve revisando el celular todo el día, le sacaba la batería, lo apagaba, lo encendía, llamaba a mis amigos astrólogos a ver si era mercurio retrógrado, le puse par de paticos mandarines, lo bendije, y luego de casi tres horas eternas, llega el sonido de mi chat, reviso y era ella, inspiré y busqué, para encontrarme con un terrible e inimaginable vacío, no había mensaje. Volví a prenderlo, a apagarlo, y buscaba y nada, una franja azul con una vainita imperceptible, como no tenía el teléfono de ella, porque eso ya no se usa, ahora todo lo resolvemos con el PIN, no me atreví a repicar, porque el vacío podía significar: -«Me enloquecí con tu mensaje», «Me quedé en neutro». «Eres de una profundidad que no sé que responder pero quiero que lo sepas», etc. Pero la ansiedad, que es más grande que el amor, me atrapó, así que abrí la puerta y le toqué a mi vecina quien tiene un hijo de quince años que para mí sabe más que Maza Zavala de estas cosas tecnológicas, riéndose, con gesto de: -«¡Estos viejos ignorantes!», me lo quitó de la mano buscó, y con una sonrisa burlona me dijo que allí estaba la contestación, busqué desesperadamente y me tropecé de nuevo con el vacío, y el chamo me dijo: «Es una carita sonriente, ¿No la ves?» Y yo, que ya no podía quedar peor le dije que claro, que qué clase de distraído soy.

Y hasta que me senté a escribir este artículo, con mis lentes, una lupa, y una plantilla de caritas he tratado de descifrar la condenada carita, que les juro, tiene algo rojo en el medio, y no sé si se trata de una lengua que según Guzmán el vigilante, significa alguien quesúo que quiere acción, Yurladys la hija de la señora del kiosko, me dijo que podría ser una sonrisa que se transforma en un besito, total me llevé mi BB, y di por terminada mi gesta en pos de tal dama, demasiado ahorro de comunicación, demasiado ícono, demasiado símbolo, no tengo posibilidades.

Pero como de todo algo queda, cuando me mandaron por mensajito de texto la deuda de la tarjeta de crédito, contesté flamantemente con una carita con un guiño, espero que le toque a uno como yo descifrarla.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga