Este año me enviaron a mi correo electrónico un pensamiento que me conmovió y me dejó mucha reflexión; éste decía algo parecido a que aquél ser que grita, y que hace de su grito una forma de vivir, lo hace porque siente que tiene el corazón muy lejos y necesita gritar para ser oído por éste, por esto el lenguaje del amor es en susurros, de cerquita porque el corazón está ahí mismo, regocijado en el amor.

En su dinámica de vida y movimiento, el amor cambia sus formas, se transforma y siempre deja su huella y, en nuestro fallido intento por congelarlo, muchas veces lo atropellamos. Nos sentimos lesionados, estafados, y reaccionamos desde lo más iracundo de nuestros instintos, rompiendo en mil pedazos la vajilla costosísima que tanto de nosotros pusimos para comprarla y completarla, y ahora, ¿Cómo recogemos los vidrios, cómo la armamos de nuevo?

Durante un seminario para una empresa, acerca de liderazgo, uno de los participantes intervino diciéndome que él no entendía lo de procesar las reacciones emocionales, porque eso no era auténtico, uno sentía y eso era incontrolable, como se sintió que sus compañeros lo aprobaban con la mirada continuó: -«Fíjate, yo soy un tipo pacífico, y mis compañeros lo saben, pero el otro día un tipo me echó el carro encima porque quería pasar, yo me bajé del carro, agarré la llave de cruz y le dije que se bajara, pero qué va, el cobarde se fue, y eso fue algo más fuerte que yo, y si se baja, te juro que le doy». Los compañeros gerentes rieron y aprobaron lo que decía el compañero. Yo le pregunté que dónde había sucedido el incidente, y me dijo que cerca de su casa en El Marqués, a golpe de las ocho de la noche, a lo que le respondí: -«Eso que me cuentas está muy bien, ahora, respóndeme desde la honestidad de tu corazón: si esta rabia incontrolable te sucediera en una calle oscura de un barrio que desconoces, ¿Te hubieras bajado hecho una fiera, dispuesto a agredir a quien saliera del vehículo?, ¿Verdad que no?, quizás preservar tu integridad física hubiera tenido prioridad, a eso me refiero».

Creo que cuando nos olvidamos del amor que estuvo, está o estará, perdemos lo esencial de la historia común. Entiendo, y lo he vivido muchas veces, lo duro de las rupturas, pero es aquí cuando hay que honrar al amor y aún validando lo que uno siente, la expresión de esto debe engalanar la gentileza del amor. Siempre me he sentido identificado con ese pensamiento que expresa Un Curso de Milagros, más o menos que, cuando alguien no está dando amor, está pidiendo ayuda. Creo que pensamientos como éstos son un verdadero frenazo para esa reacción capaz de arruinar la más bella y elaborada vajilla.

Nada de lo dicho le quita la importancia y la fuerza al perdón, la compensación y la expresión, pero les da su punto, su espacio y deja que el amor siempre respire. Recordemos que la ruptura en el amor no es más que limpiar la herida, aceptar la transformación y ubicar a ese amor o a esa experiencia amorosa en un lugar de mi corazón donde no me impida ser feliz.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga