En estos tiempos vertiginosos cuanto más comodidades y menos tiempo poseemos, es común que manejemos una serie de fantasías que sólo podrían tener respuesta en el «Llame ya» de la televisión, donde en 20 días, con cinco minutos diarios, pasas de gordo a flaco sin darte cuenta. Todo se arruina cuando te llega el costoso tesoro lleno de libritos y folletos donde te indican la dieta estricta con que tienes que acompañar, no los ya cinco minutos diarios de ejercicios, sino cinco o cuatro veces al día. Y no dejan de tener, en letra ilegible «Cada genética es distinta, y nuestra oferta nada tiene que ver con las excepciones».

Es la fantasía con que hablamos con el arquitecto que nos va a remodelar la casa, estando nosotros adentro y le decimos: -«Mire, yo quiero el mínimo de sucio, el mínimo polvo, porque soy alérgico, y el menor caos; además le exijo que la entrega sea en una semana». El arquitecto, ya curtido por tales fantasías, entre risas te dice: -«Tranquilo, se lo entrego, voy a hacer lo posible, en seis días máximo, claro si cuento con los factores a favor». Y pregunta el cliente curioso: -«¿Y cómo sería eso? «, A lo que el insuflado remodelador dice: -«Bueno, yo cuento con obreros, materiales, días de sol o lluvia, etc. Pero confiemos». Así, nuestros «Clientes satisfechos» no son más que fantasiosos que se saltaron el proceso, lo principal, lo único realmente importante. Lo que los traerá a la realidad, bien por destrozar a pedazos sus más acariciadas fantasías, o bien porque el caos ya vaya por un mes, y el color de la pintura nueva no ha llegado aún.

Así mismo, me llama mucho la atención leer correos que dicen cosas como: «Carlos, qué bien me hace escribirte, acabo de divorciarme y todos en casa estamos muy afectados, llámese mis hijos, mi madre. En lo que a mí respecta mándame algo para salir de esta depresión, llevo cuatro días llorando y sé que eso no puede ser». Para mí, es un honor que me escriban, y es algo que agradezco por la confianza, la entrega, y la apuesta que ponen en mis palabras, ese no es el tema, pero lo que sí me preocupa, es la cantidad de correos por el estilo, olvidándose de que la tristeza, la depresión, es la consecuencia obligada de quien rompe vínculos con quien se ha escrito historia o con quien se han forjado sueños. Aunque hoy en día no me interese, el duelo está ahí, y si no lo vives, él te vive a ti.

De allí, lo peligroso de pasar de una relación a otra sin vivir el proceso del duelo. ¿Dónde metes el duelo, qué haces con él? Seguramente queda latente y se convierte en sombra para esta nueva relación, y entonces, el precio es altísimo, como todo precio de la inconciencia.

Pensemos en el proceso de todo, pidamos procesos, regalemos procesos sintamos procesos. «Gracias, me encantaría, pero ahora estoy procesando, ¿Me podría llamar la próxima semana y vemos?».

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga