Tres hechos significativos, quizás cuatro, de importante reflexión, me motivaron escribir este artículo. El primero la evidente, preocupante y ofuscante sequía de la que es víctima nuestro país. Otro fue la lectura de algunos fragmentos del libro de LA MUJER de Osho que me facilitara una amiga, acerca de las relaciones de pareja, paralelamente a la grabación de mi séptimo audio-libro: SOLEDAD Y DESOLACIÓN; y rematado todo esto, por la película más reciente que protagoniza y produce George Clooney, ARRIBA EN EL AIRE, esta última fue la que me trajo a la computadora a intentar el desarrollo de una reflexión acerca del quedarnos secos.

En varias oportunidades me habrán escuchado decir que el problema de envejecer no es quedarnos solos, sino quedarnos secos. Si hacemos una comparación con el paisaje de estos primeros meses del 2010, notaremos como los días nos aparecen en un marco de un cielo azul bellísimo e intenso, ausente de matices, contrastado por un clamor silente de lo vivo que se marchita, y sediento, va perdiendo color, fertilidad y vida. Es a eso a lo que me refiero con el peligro que corremos cuando nos olvidamos de nuestra humedad interna, de nuestro trabajo diario, difícil a veces, hacia lo que necesitamos y queremos. Cuando descuidamos o ignoramos nuestros espacios sagrados, cuando nuestra relación con nosotros se vuelve inexistente; cuando el silencio y la oscuridad, como atributos de lo humano y de la génesis, nos aterran y les damos la espalda.

Así, cuando el exterior (belleza externa, status, aprobación social, etc.) es lo único que nos queda cultivado, se vuelve igual a ese cielo azul, límpido y aparentemente bello, pero que día a día se nos va volviendo símbolo de algo yermo, inerte, vacío y muy seco.

Por otro lado, el libro de La Mujer de Osho, en su capítulo acerca de las relaciones de pareja, nos recuerda que básicamente los seres humanos somos semillas, y que éstas, por su naturaleza, son puro potencial, pero éste, es sólo eso, una potencia de algo que no se expresa en sí mismo. Agrega Osho que para establecer una relación de pareja hace falta ser flor es decir, dejar los estados potenciales y atreverse a vivir el proceso, y llenarse de él, porque será eso lo que nos ofrecemos como alimento de vida, y lo que ofreceremos; y que sólo un ser repleto de realización interna es quien tiene para dar. Pero ¿Y por qué tendemos a quedarnos como semillas? Porque una semilla está protegida, no arriesga nada, no se somete, en su fragilidad, a las inclemencias del viento, del clima, de la fecundización, de la vida; y sin ese riesgo, nada, mucho menos la fertilidad, será posible. Ante esto remato yo, es aquí cuando tocamos, de nuevo, la posibilidad de quedarnos seguros, pero desoladamente secos.

Les dejo estas reflexiones y volveré en el próximo artículo con los otros dos detonadores.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga