En días pasados, fui a una reunión en casa de una amiga, ésta habita en un alto edificio, con dos ascensores principales y uno de carga, en la parte posterior. Cuando entré en el ascensor, venía una dama que saludó amablemente, entré con otra señora, y cuando se iba a cerrar, alguien gritó:-«Por favor, espérenme». En lo que apareció, era una señora con un carro de mercado cargado de bolsas, a lo que la primera dama le dijo, educada, pero firme:- «Disculpe vecina, mire los avisos, esos carros van por el de carga». La del carrito dio una disculpa, y sin chistar, se dirigió al ascensor referido. Cuando subíamos, la vecina que había entrado conmigo le dijo a la dama:- «Qué bueno que se lo dijo, muy mal hecho que no respeten las normas, y la felicito porque yo soy incapaz de decirlo». La aludida, agradeció el halago, y no hizo más comentarios. Me quedé pensando en la anécdota, y me di cuenta del alto precio que pagamos cuando nos quedamos callados, cuando pensamos:- «Déjame callarme para evitar problemas».

Es muy alto el precio de ese silencio protectivo, en principio porque, como ya lo he señalado, nuestra adultez clama por seres que se sepan defender, y no estén permanentemente protegiéndose de lo que PODRIA PASAR.

Imaginemos ahora, que ninguna de las vecinas, y menos yo que era visita dijeran nada ante el atropello de quien, ignorando las reglas, entra en el ascensor, quitando espacio, sobrepasando el aparato y deteriorándolo, ante la vista de dos vecinas que durante ocho, catorce o dos pisos se van tragando: sus derechos, lo que consideran legítimo y lo que es viable para todos. Ellas, se irán para su casa retorcidas pensando: «Hay que ver que en este país ya nadie respeta». Y la otra, llegara a su casa pensando:- «Menos mal que esas señoras no me dijeron nada, así me ahorré el viajecito al ascensor de carga».

Consecuencias: 1) no se sentó un precedente de celo por lo que nos pertenece a todos, 2) no se respetaron las normas de convivencia, 3) el ascensor sufrió un fuerte sobrepeso que incidirá en su futuro funcionamiento, 4) a las dos vecinas, se les agudizará la gastritis, porque se queman por dentro, pero no emiten nada, y seguirán pensando que están en el país inadecuado para ellas que son tan maravillosas.

Este ejemplo, lo podemos llevar a la familia, a la pareja, al trabajo, a la calle, al tránsito; no se trata de gritar, humillar u ofender a nadie, pero alguien debe defender lo que, de alguna manera nos pertenece.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga