Como lo he expresado en otras oportunidades, así como la vida de un niño, y la de un adolescente, se definen a través de los «¿Por qué?», en la adultez, todo nos lleva a cambiar la pregunta, a darle otro contenido, que aunque pareciera práctico simplemente, se trata de ponderar cosas que realmente van cobrando importancia en nosotros y en los otros, por lo tanto, la nueva pregunta no es otra que: «¿Para qué?».

Quizás la primera se responda desde la mente y la segunda desde el corazón; o la primera busque resultado inmediato y la segunda un poco de trascendencia, o simplemente, en la primera nos pensemos inmortales, y en la segunda, ya la sombra de la muerte nos motive a otras búsquedas.

Es posible que los resultados del ¿Por qué odio, guardo, resiento, peleo, me escondo, dejo de hacer, hago, me expongo, lucho, me estreso? Obtenga respuestas radicalmente distintas al ¿Para qué lo hago?

En consulta utilizo mucho esta diferencia, en una oportunidad, una mujer, en proceso de divorcio producto de haber sido traicionada, mientras me narraba su historia, casi se viene en llanto, y lo contuvo, a lo que le pregunté que por qué lo hacía y me respondió:

-«Porque ese muérgano, no merece una sola de mis lágrimas»
Le dije que muy bien, y repregunté:
«¿Y para qué te las tragas?»
Y luego de pensarlo, se echó a llorar diciéndome:
-«Por pendeja, para encima, reventarme por dentro»
Agarró su cartera, se paró de la silla, y al salir me dijo:
-«Creo que vine para escuchar esto. Gracias»
Y no supe más de ella, pero creo que se fue con algo importante.

Un amigo me comentaba que había peleado duramente con su hijo de diez y seis años, cuando éste, en su impetuosa adolescencia, le reclamó sus ausencias en momentos claves de su vida. Mi amigo me dijo que venia hace tiempo con ganas de decirle que por qué tanta defensa hacia su madre cuando ésta, estando él bebé, le había sido infiel con un compañero del trabajo, pero que se mordió la lengua y ahora estaba arrepentido de esconder esa verdad. Le hice el mismo ejercicio;

-«¿Por qué se lo ibas a decir?»
-«Porque me harté de ser el malo de la película, de ser el único culpable. Y porque la verdad lo aclara todo. Además es mi hijo, y se merece saber la verdad»
A ver: -«¿Para qué serviría decírselo?»

Hubo un largo e incómodo silencio, y aproveche mi amistad para decirle:

-«Amigo, para herirlo, para mostrar tu poder, para que no te hiera más y tu quedarte con el arma. Para mancharle la vida, para vengarte de su madre y toda la vaina que te ha echado después del divorcio. ¿Vale la pena? Ahora sí, siéntelo como hijo y dime: ¿Valdrá la pena tal acto impulsivo?»

El se mostró muy turbado, y con lágrimas en los ojos me negó con la cabeza, mientras se tapaba el rostro con las manos.

Lo primero que derrumba una sentida reflexión del para qué, es con los deseos de poder y con esa actitud protagónica y absurdamente heroica que nos invade ante nuestro deseo de vengarnos, que al fin y al cabo, sólo deja escombros irrecuperables en nosotros y en los otros.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga