Quizás quienes me leyeron hace cinco o seis años, se sorprendan con este título, pues en tiempos anteriores, me convertí en un abanderado de la frase: «El amor comienza cuando la necesidad termina». Frase y contenido que hoy entiendo, está totalmente reñido con lo humano que es mi norte en aquello que quiero comunicar.

Es la necesidad, la que nos lleva de la mano al encuentro con la satisfacción de ella; es una fuerza importantísima tanto, que es lo que utiliza el aparato productivo mundial para crear la ansiedad para crear las compulsiones, tan productivas en el consumo desmedido.

La necesidad es aquello que se va produciendo en la carencia y nos va haciendo conscientes de lo que, en verdad, nos urge encontrar. Y es esa claridad, cuando es procesada y digerida, la que nos regala el olor, ese color visible pero intangible que atrae lo complementario, o lo igual para encontrarse y satisfacerse.

Un ser realmente necesitado, no ansioso, cuando, por ejemplo, tiene sed, la busca saciar, y una fuerza se le activa para cumplir su objetivo, y ese ser olerá a sediento, se le verá la sed en sus ojos, etc. Y atraerá, seguramente, a los seres idóneos para reconocer su necesidad y poder satisfacérsela.

Clara Elena, tiene treinta y cuatro años, y cuando llegó a mi consulta, se sentó y me dijo: -«Estoy muy sola, voy a fiestas, entro en los portales de Internet, y nada. Hace casi un año que no conozco a nadie que despierte algo en mí y estoy muy urgida de estar con alguien, de hacer pareja, de sentirme realmente acompañada. Vine a ver si la del problema era yo».

Creo que el planteamiento y la necesidad de mi paciente es clara, y muy común; sin embargo pude ver durante la sesión, que estaba aún en la etapa de la ansiedad más que en la necesidad, no había otra emoción en su mirada que la urgencia. Cabe destacar que el esfuerzo de ir a un terapeuta, hace seria a esa ansiedad, más que por lo que yo podría hacer por ella, por el movimiento que implica: citas, desplazamientos, costos, seguimiento, etc.

Yo le expresé a Clara que no podía hacer nada de inmediato para aliviar su situación, sino acompañarla en el proceso e ir profundizando en él. Ella lo aceptó y transitamos casi cuatro meses, hasta que comprendió que algo en ella, cuando estaba sola encendía en su mente una película rosa, de amor romántico, y cuando se metía en la relación, se le activaba una en blanco y negro de mucho drama y ganas de huir. Así descubrimos muchas cosas interesantes en las que ella nunca se había detenido. En una sesión, llegó con mucha tristeza, con una sensación de vacío que se dejaba ver en lo más sutil de su cuerpo, mirada y actitud. Entonces aproveché para resaltar lo que le sucedía, para que pudiera codificar la necesidad real de su ser en encontrar alguien que íntimamente pudiera estar con ella, y hacerle ver la diferencia de su estado, al que trajo en la primera sesión. Sin ánimo de develar qué pasó con Clara, ella pudo ver su necesidad, y ver como esa fuerza buscaría caminos, ya no en el hacer, sino en el ser.

Por eso amigos, codifiquemos la necesidad como ese paso anterior a la acción de la satisfacción humana. Así como toda causa conlleva a un efecto, toda necesidad, nos llevará a los pasos para saciarla, es un mecanismo muy primitivo en lo humano, y sabiéndolo manejar, podrá apoyarnos en lo que realmente queremos.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga