En los últimos años han sido frecuentes, tanto en los eventos como vía correo, preguntas como: -«En mi familia estamos considerando seriamente el emigrar a otro país, ¿qué nos puede decir al respecto?» o «En vista de lo que estamos viviendo en Venezuela, hemos decidido irnos, ¿nos podría dar su opinión y alguna palabra que nos sirva de estímulo a nuestra decisión, tiene usted casos como en nuestro?»

Estas y otras muchas versiones son comunes, lo primero que hago al respecto, es que entiendan que una decisión como esa, es motivo de reflexión, tempo de alma y mucha claridad, a menos de alguna persecución o presión política, judicial, o de algún tipo, donde la inmediatez determina, claro está.

Cuando es una determinación gradual, pensada y meditada, primero hay que saber que un exilio, nunca, no importan las condiciones, es fácil, porque la Patria, no importa cuanto conscientemente se valore o no, es un elemento fundamental que toca psíquicamente espacios maternos, nutricios, de apego emocional y evocativo. Por lo tanto, no desestimemos, elementos básicos de lo emocional, que de no sopesarse, igual se van a manifestar de forma inconsciente, a través del cuerpo. Hice, en una oportunidad, un encuentro con ciento cincuenta personas que venían de exilios familiares voluntarios, y noté, con desagradable sorpresa que todos, de una manera u otra, estaban aquejados de malestares crónicos (rinitis, alergias diversas, gastritis, artritis) y todos tenían que ver con una nostalgia no asumida que el cuerpo gritaba desesperadamente.

De acuerdo a mi experiencia, lo primero que les digo es qué edad tienen; es totalmente distinta la experiencia del exilio antes o después de los veintiocho años. Antes, representa una aventura donde, lo nuevo, puede estimularnos a abrir posibilidades, actitudes y hasta destrezas no conocidas. Además a esa altura de la vida, comenzar de nuevo puede ser un emocionante juego. Luego de los treinta y hasta los cincuenta, hay que llorar mucho lo que se deja, un duelo bien elaborado permite la apertura ante lo nuevo, sin las compulsiones típicas de volvernos unas máquinas de trabajo, para demostrarnos a nosotros mismos que lo hicimos muy bien, mientras que en nuestro ser hay mucho llanto represado que de alguna manera saldrá de nuestro cuerpo. Y en la tercera edad, la cosa es aún más compleja, pues hay algunas limitaciones extras; saberse fuera de oferta, dificultad para un nuevo idioma, falta de estímulo para volver a comenzar, etc. Sin embargo, digo esto para que se sopese, y no se deje a un lado. Si vemos con claridad las dificultades posibles, claramente veremos las posibilidades.

Con todo este panorama, si queremos un exilio nutritivo, tenemos que ser muy comunicativos, respetar el dolor y la resistencia de cada miembro del grupo familiar, y saber que no importa lo bien que pinte lo nuevo, siempre es más difícil y complejo todo, en un medio que no es originalmente nuestro. Tampoco olvidemos el decir popular: «Nadie es profeta en su tierra». Quizás podremos ser profetas en esa nueva tierra, siempre teniendo presente que lo más importante no es triunfar, sino sentirnos bien y realizados, y son cosas distintas.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga