Desde el principio de los días, los hombres hemos establecido una ruda competencia con el tiempo, sintiendo que siempre estamos preparados para aquello que deseamos, y pretendemos a toda costa que se nos de, y es quizás el dios Cronos, el único que sabe realmente si estamos maduros para eso que tanto anhelamos.

rases que expresan esta sabiduría están acuñadas en religiones, tradiciones, filosofías y hasta en proverbios populares: «No podemos pretender empujar al río», «El maestro aparece, sólo cuando el alumno está listo», «Cuando la guayaba está madura, viene el pájaro y se la come», etc.

Creo que esta simpleza encierra una respuesta adecuada y reflexiva para tanta ansiedad con la que, en este mundo tan veloz, hay que lidiar a diario. Sería maravilloso no olvidarnos de estas máximas cuando, alterados y agobiados, sentimos que estamos listos para algo que no se nos da.

Hoy en día, las consultas psicoterapéuticas están llenas de personas que se debaten entre la frustración y el desaliento, producto de que en su vida algo no se dio, no se ha dado; cuando creen, a ciencia cierta, que les tocaba o se lo merecían.

Rosa Elvira tiene treinta y ocho años, un niño de trece, y desde esa relación, en la que, a su entender, la engañaron, no ha vuelto a cuajar una relación medianamente formal o duradera, y su discurso es parecido a éste:

-«No entiendo, soy una mujer bonita, inteligente, espiritual, trabajadora, productiva, independiente, comunicativa, sensible, y no hay manera de establecer relaciones con los hombres, a veces pienso hasta que me echaron un mal, si es que esto existe. Yo creo que me merezco una relación de pareja consciente, madura, estable, alguien con quien pueda hacer vida y crecer».

Quizás, y no tengo por qué dudarlo, todo lo que expresa esta paciente sea absolutamente cierto, pero si compro su tesis, se nos tranca el proceso, porque tendríamos que recurrir a factores metafísicos para explicar su dura realidad afectiva. Es aquí donde estas frases expresadas son totalmente oportunas. Independientemente de la consideración que Rosa tenga de sí, hay algo en ella (La guayaba) que no está madura (Por eso el pájaro no llega a comerla), y es esto lo que hace al proceso terapéutico, algo fértil y con posibilidades de hallazgos interesantes.

Esto es aplicable a cualquier ámbito de la vida: un negocio, oportunidad, riqueza, solidez, familia, o cualquier otro elemento que podamos sentir «negado por el destino».

Cuando nos quedamos en lo metafísico (Destino, karma, brujería, trabajo, mala vibra, etc.) nos llenamos de impotencia y frustración, ya que lidiar con eso es siempre incierto y muy especulativo; en cambio a lo «aún verde» podemos ponerle manos a la obra, y ya no porque llegue o no lo que queremos, sino para ser más dueños, y estar más integrados en y con nosotros.

A veces, la fruta aparenta una madurez y una ricura muy apetecible, el pájaro llega, tantea, y se va, acto seguido bajamos la fruta de la rama, y, ¡Sorpresa! estaba verde. El pájaro (El otro, lo otro) lo supo, mientras nosotros (La fruta) nos exhibíamos orgullosos.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga