No hace falta ser psíquico, esotérico o estudioso del futuro para saber y sentir que estamos en la etapa final de algo, de una forma de entender, concebir y quizás vivir el mundo que nos alberga. Esto, aún cuando se escribe fácil, no es sencillo de digerir; pero cuando echamos una mirada rápida por ese divorcio extremo que se está dando, casi en forma natural, entre el hombre, la naturaleza y las formas conocidas, no deja lugar a otra conclusión.

Todo final tiene consigo su principio, y éste aparece mucho antes de la expiración del fin como tal. Así que veo importante asomarnos a la ventana del mundo, ya no para juzgar, ni siquiera evaluar lo que ha acontecido y acontece, sino para intentar conectar lo que esos acontecimientos nos gritan a usted y a mí como hormigas de este inmenso hormiguero llamado planeta tierra.

Hay pautas que, desde mi punto de vista, nos regalan claras señales. Instituciones que no dan más en sus concepciones tradicionales (Familia, educación formal e informal, milicia, gobiernos, iglesia) y repito, no se trata de la desaparición, pues éstas constituyen bastiones estructurales para una vida en comunidad, sino que sus formas ya no generan los resultados para las que fueron creadas, para este hombre contemporáneo.

Imaginemos la educación formal, quizás usted y yo crecimos y aprendimos, durante años, escuchando a alguien escribiendo cosas en un pizarrón, mientras le veíamos, durante más de seis horas, el cuello a un compañero adelante y le dábamos la espalda al de atrás; ahora pregunto: ¿Están estos niños contemporáneos, hiper-activos, desarrolladísimos, con capacidades desconocidas para nosotros, aptos para desarrollarse en estas condiciones? ¿Y qué hemos venido haciendo, con la mejor de las intenciones? Hemos tratado de contener y controlar esos ríos recrecidos de hartazgo, aburrimiento y sin sentido. Así, esas aulas insensibles y vetustas están habitadas hoy por niños drogados (Por barbitúricos recetados) para que puedan soportar semejante realidad; mientras en casa les prohibimos, y controlamos todo lo concerniente a televisión, Internet, juegos de video, fiestas, amigos, etc. Y todo esto tiene justificación, pero ¿No estaremos promoviendo un deslave inevitable, cuando estos ríos represados reclamen sus cauces naturales? ¿Y no es lo mismo que nuestras generaciones han hecho con la naturaleza, simplemente para dominarla y controlarla?

Y esa misma realidad, ¿No la estamos viendo y viviendo en todas las demás instituciones? ¿Será que los tsunamis, terremotos, fuegos descontrolados, pueblos repentinamente rebelados sin importar nada, no nos estarán gritando que nos rindamos ante lo nuevo, ante quizás lo que no entendemos pero que está ahí, buscando un cauce por donde expresarse también?

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga