Quizás el desdén sólo lo entendamos desde aquella actitud de indiferencia, desprecio, y sí, se refiere a eso, pero no es desde este punto donde hace auténticos estragos, sino cuando éste se vuelve una actitud inconsciente y nos lleva inmediatamente a la desconexión con cualquier situación, persona, cosa, o lo más dañino, con nosotros mismos.

No cabe duda que estamos sumidos en un sistema donde es importante la desconexión como modo de vida, donde nos guían las falsas necesidades y se nos mueve a satisfacerlas desde las adicciones más superficiales y fatuas, todo esto en una búsqueda de drogarnos de alguna manera (barbitúricos, alucinógenos, situaciones, etc.) pensando que en algún momento llegaremos a un paraíso ilusorio, donde todo esté completo. Y todo esto comienza y termina en el hecho simple de que estemos desconectados.

Cuando en una pareja o en alguna relación importante, asumimos que el problema es del otro, y que éste no hace nada por cambiarlo, algo en nosotros se desconecta, y es esta actitud la que nos paraliza, pues sólo si tu cambias, te vas, o llega algo o alguien nuevo, nosotros no nos sentiremos de nuevo bien. Esto es igual que sentarse a limarse las uñas mientras tú, que no sirves para nada, das el cambio o simplemente nos sentamos en la puerta de la casa, a ver si algo o alguien me salva de esto en que tú, y sólo tu, nos metiste.

Nos volvemos desdeñosos cuando nos olvidamos de nuestras capacidades básicas de atracción, de espejos del otro, de centros universales de cambio y transformación.

Por lo tanto, el desdén se refiere a esa pérdida de poder real, auténtico, de saber que cuando algo en nosotros cambia, todo se modifica afuera. Debo aclarar que eso que se modifica, no es necesariamente porque lo que aparezca sea lo deseado, no; quizás lo que aparezca sea aún más rudo, pero será, y eso si lo aseguro, algo propicio para la transformación necesaria, que de ninguna manera se parecerá a ningún paraíso humano. Y eso sí, permitirá un movimiento humano que probablemente genere la alquimia para pasar del plomo al oro.

Lo desdeñoso ha sido llamado por algunos especialistas de pareja como el Dr. Gotman, como uno de los más nocivos «jinetes del Apocalipsis» que tiene cualquier relación de pareja. Cuando el otro es el o la del problema, entramos en víctimas, y paralizamos algo en nosotros, generando un profundo y agudo dolor, matizado por la frustración de no poder hacer algo al respecto. Aquí nada se mueve, nada se transforma, todo se pudre, obligándonos a huir, para pronto repetir inconscientemente la misma situación con nuevas caras, cuerpos y situaciones.

Aquello a lo que tememos, a lo que no le encontramos sentido o que, de alguna manera, nos lastima, tendemos, por pura influencia cultural a desconectarlo, y allí germina el desdén, haciéndose dueño de nosotros.

La manera de hacerle frente es volver a lo que realmente somos; a nuestro poder real, ese que requiere de constante alerta y trabajo. Sabiendo que tanto tú como yo, somos siempre factores de cambio en todo lo que nos rodea; y éste sólo es efectivo de adentro hacia fuera de nosotros.

Cuando asumimos cosas simples y trascendentes en la pareja como:

-«Es que si yo te atraje a mi vida es porque hay mucho de ti en mí y mucho de mí en ti, así no lo veamos».

-«Yo asumo que eso que esta persona que atraje me muestra, tiene que estar en algún lado de mí, y ahora el trabajo estará en verlo, y ver qué hago con eso».

-«Cuando soy capaz de rendirme a eso que me aterra algo se ilumina en mi ser y comienza a transformarse».

Hago la salvedad de que todo este trabajo es factible, siempre que nuestra vida e integridad no estén en juego. De ser así el trabajo va, pero ahora desde el resguardo de la vida.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga