Este es un tópico que siempre aparece en los temas de relaciones y mayormente en los de pareja. Al ser la confianza un valor ético-moral, es mucho lo que se le exige y lo que se espera de ella, a veces, más de lo que un humano puede dar.

Volvamos a nuestra naturaleza, que de tan obvio, nunca está demás recordarla. Somos seres humanos; vulnerables, falibles, mortales, frágiles, emocionales e instintivos. Con esta ristra de cualidades, quizás sería difícil poner el cien por ciento de nuestra confianza en alguien así. Sin embargo, así mismo la exigimos y en mucho, nos esforzamos por darla. También es seguro, si ya tenemos una edad adulta que ya contemos con varios nombres en nuestra lista de decepcionados y decepcionadores, de eso, tan sagrado para todos como es la confianza.

Siempre repito que toda traición se da cuando nos dormimos en la confianza. Por lo tanto, cuando por amor, o por odio vemos a los demás como dioses y no como humanos, la traición no tarda en hacerse presente.

Uno de mis grandes amigos, el Dr. Bernardo Puebla, ya fallecido, era para mí, de los mejores y más claros especialistas en conducta adolescente, y decía con fervor, cuando comenzaba sus charlas en colegios o centros educativos del mundo:

-«Un adolescente nunca, pero nunca, es un ser digno de confianza. Y si no me creen, hagan memoria de su adolescencia».

Lo que mi inolvidable amigo quería decir era; imagínense, si nosotros humanos, adultos, responsables, éticos y casi perfectos, fallamos en la confianza que nos brindan, qué se podría esperar de estas criaturas, en una edad donde el tsunami hormonal y las dudas existenciales son su camino de vida.

Si vemos la confianza depositada en Dios, cualquiera que sea éste, es tan sagrada la confianza que depositamos que se nos convierte en dogma, y la llamamos fe. Pero esa fe viene expresada, alabada y bendecida siempre porque aquello por lo que pido y quiero, sea dado tal cual lo pedí, pocas veces le dejamos a El hacer su voluntad y menos, la aceptamos en paz. Si él fuera un súper héroe, llámese Batman o Superman, seguro que nos habría defraudado unas cuantas veces.

En mi consulta, es común que lleguen los pacientes víctimas de engaños o infidelidades, con la confianza hecha pedazos, y para mí, el trabajo con ellos tiene sentido, siempre y cuando podamos llevar esa confianza a lo falible, vulnerable, finito, frágil y emocional que es lo humano.

En condiciones de cordura funcional, ¿aceptaría usted un cargo, una responsabilidad, un afecto, una pasión, o un objeto en garantía a la confianza mítica (de dioses) que otro ponga en usted? Parecería que no, sin embargo lo hacemos casi siempre, y la madurez poco sale a nuestro auxilio.

Me parece que siempre es oportuno revisar amorosamente nuestra confianza, primero en nosotros, en los otros y por último en nuestros dogmas fundamentales como la fe. Este trabajo de vida, nos mantendrá un poco más alertas en cuanto a decepciones y traiciones.

Los seres humanos tenemos nuestras propias alarmas, cuando alguien en quien depositamos confianza ciega, nos traiciona, sería bueno preguntarse ¿Y qué pasó con nuestras alarmas que no se activaron? Entonces terminaremos agradeciendo, pues las alarmas se sensibilizan sólo a punta de dolor.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga