Pilar llegó por primera vez a mi consulta. Cuarenta y un años, profesional y seis años, a su decir, de un buen matrimonio. El motivo de su consulta era que de tres meses para acá, su marido, hombre bueno, correcto, respetuoso y muy amoroso; buscaba excusas para ir tarde a la cama y quedarse dormido enseguida, obviando cualquier contacto íntimo. Ella, en ese limbo entre el pánico y la rabia, me decía:
– «No sé qué hacer o pensar, y ya que ha sido una excelente relación, me da miedo echarla a perder reclamándole».
A lo que yo le dije:
– «¿Y qué le reclamarías?».
Con dudas me contestó:
– «Bueno que qué le pasa conmigo, que si será que me dejó de querer o si tiene a otra».
Ante el aborde de un problema o circunstancia emocional, hay que comenzar por ubicar el problema, de allí parte todo, entonces ingenuamente le pregunté:
– «¿Durante estos tres meses, él duerme, es decir tiene buen sueño?».
Ella me miró extrañada y me contestó:
– «Sí claro, y hasta ronca».
A lo que esgrimí:
– «Entonces ya dimos un primer paso, el problema no es de él». -Ella me miró desconcertada- «Quien se siente abandonada, no deseada, en pánico, eres tú y sólo desde esa realidad le puedes plantear el problema. Sin duda, él es el factor que podría moverse, pero si lo culpabilizas, pones el problema en él y te aseguro que tu marido, como la mayoría de los hombres, al sentirse culpabilizado huirá irremediablemente e irá a medir su potencia y deseo quizás con otras mujeres. Cuando asumes el problema como propio, porque es tuyo, el aborde que le das, es desde tu sentir, y te ahorrarás aquello que irá a bloquear el problema. Así, lo que mueves es la solidaridad de quien te quiere y duerme contigo y éste, puede ser un buen territorio para una conversación íntima que los acerque».
No le debemos huir a los conflictos, son parte del vivir, pero sí tener cuidado de dónde y en quién ponemos el peso del problema. Por eso, detenernos, reflexionar y ser honestos con la situación de nuestro sentir, nos dará la luz.
Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga