Es importante entender que en el ser humano se esconde «todo», y ese concepto incluye un sin fin de posibilidades que si bien, no están expuestas en el ámbito del entusiasmo y la motivación a la acción, están ahí.

Es usual escuchar cosas como:
– «Yo no nací con talento y menos actitud para el deporte, cocina, leer, etc». Cuando asumimos esto así, lo negamos y bloqueamos en nosotros, dejando que permanezca en nuestra parte reprimida, sin posibilidad a conocer este potencial que si bien, no se expresará en forma de competencia o de exposición pública, podríamos favorecernos en su tanteo y práctica moderada, en lugar de verlo como una limitación intocable.

Me comentaba Gertrudis:
– «Carlos tengo tres años de casada y estuve dos de novia. Todo muy bien, excepto que yo le dejé muy claro a él que yo no tengo ningún talento y menos motivación para lo doméstico, por lo tanto que me respetara eso. El insiste que eso es imposible que no puede ser que yo sea tan dejada e indiferente con la casa y eso nos está trayendo problemas, pero no sé cómo hacérselo entender».

Aquí vemos como Gertrudis está cerrada a una posibilidad, y esto tiene más un contenido conceptual-experiencial que el no haber nacido para. Es importante aquí revisar qué vio y experimentó en su entorno primario, llámese en su hogar; por ejemplo, si ella vio a una madre dedicada cien por ciento al hogar, mientras su padre llegaba a exigir como si fuera un huésped, evidentemente ella podría negar cualquier posibilidad de repetir tan desagradables experiencias.

Le contesté a la amiga que podría aprovechar la exigencia de su marido, abriéndose un poco a la experiencia, a su propio tiempo y ritmo. Comenzando por los detalles, sin ninguna meta precisa, mas sólo la de experimentar ese potencial negado. En principio, le serviría para expandir su posibilidad humana, y luego sería un hermoso trabajo de amor que como he explicado, nunca es para el o la otra persona, sino para uno mismo.

Cuando abrimos ventanas cerradas en nosotros, dejamos que la luz invada lo que creíamos oscuro.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga