En la velocidad vertiginosa que vivimos y en esa popular concepción del amor, más como control que como respeto, es común la expresión de: -«Pero si yo lo que quiero es lo mejor para ti».

El respeto al otro, a sus tiempos, sus procesos es el auténtico «eslabón perdido» en las relaciones humanas.
Una señora me escribía lo siguiente:

– «Hola Carlos, te escribo porque estoy preocupadísima. Mi hermana, luego de dieciséis años en una relación enferma, con un tipo maltratador que la anuló y la mantuvo en la sombra, hace dos años, por fin se liberó de él, cosa que nos alegró a todos, pero imagínate, lleva este tiempo llorándolo, extrañándolo y no hay manera de que se libere. Se quedó pegadísima y no sé cómo la ayudo».

En el caso narrado fue importante explicarle a la hermana angustiada que cada persona, debido a múltiples causas, tenemos estructuras emocionales distintas que nos amortiguan o no los vacíos en el vivir.

– «Tu hermana, luego de muchos años con ese hombre que describes, cuando decidió salir, se encontró con un vacío enorme que la aterró. Es allí cuando nos quedamos sostenidos por lo más mínimo (peleas, reparticiones, herencias interminables, memorias dolorosas, nostalgias, odios, etc.) Eso es algo no consciente para ella, es un salvoconducto de la psique para evitar enfrentarse con lo difícil del vacío. Si quieres apoyarla, no busques el cómo tú actuarías. Es importante aceptar con lo que ella, por ahora, puede independientemente del tiempo que necesite para liberarse».

Toda ruptura, duelo, sorpresa o cambio genera un proceso y éste no es más que un viaje íntimo e individual de la mente al corazón y tiene su propio «tempo» que no se mide por reloj.

A veces, sin intención de nadie, salimos de un maltratador, para entrar en otros que amándonos, nos empujan a su ritmo. Eso también es maltrato.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga