En esta búsqueda estéril para que nos aprueben y amen, a veces nos quedamos cortos y no cumplimos ni siquiera con el menor intento de ser realmente útiles a los demás. Si bien es importante desarrollar la sensibilidad con el otro, la colaboración y hasta ese «estar ahí siempre», ante todo es importante tener en cuenta ciertos aspectos que terminan convirtiéndonos en ambulancias inútiles y nos dejan cargando con un peso que no es nuestro y ni nos corresponde.

Lo primero que hay que desarrollar es una visión amplia y sensible de lo que es el vivir. Entendiendo que es un deporte extremo, lleno de obstáculos, de mareas altas y bajas y que en todo esto, existe una verdad inmensa: «Todo ser puede con aquello que le ocurra, así no lo sepa con certeza». Esa verdad de vida nos permite detenernos ante el dolor humano y buscar el «¿Cómo hago para serle útil a este ser que me interesa?, sin convertirme en un obstáculo para su evolución y sin encender una ambulancia inútil».

En todo proceso, más que nos ayuden, requerimos de aquellos que desarrollen una auténtica y humana empatía, en la que logremos imaginar cómo puede sentirse el otro y a partir de eso, nuestra sola presencia, a veces, es suficiente. Una palabra, una plegaria en nuestro propio silencio, una imagen mental puede operar una ayuda inimaginable para el otro, y tiene una ventaja enorme que, sobre todo, no factura deudas para quien padece.

Todo esto, no exime la presencia y la ayuda operativa, pero ésta debe realizarse muy puntual, conectándose con el otro para saber hasta donde puedo llegar sin invadir. Recordemos que para muchos, ocuparse de la vida de otros es más sencillo que ponerse manos a la obra con la propia. Y aún más cruel, en el amor siempre nos engalanamos en las discusiones, sacando todo aquello que hicimos por la otra persona cuando estuvo mal.

Debemos cuidarnos entonces, de no permitir que nadie cargue con lo que nos toca y no cargar con lo que no nos corresponde. Desarrollar el tino de saber cuánto tiempo, en qué momento, y de qué manera podemos aportar algo. Nunca convertir la desgracia de otro en una competencia a ver quién más da, o está, o dice, o se sacrifica. Cada quien con lo que puede y tiene.

Lo único cierto es que es nuestro corazón conmovido quien dará la auténtica pauta, pero recuerden que esa expresión de algunos: – «Es que a mí me encanta ayudar», está llena de trampas hacia nosotros mismos.

Un buen apoyo es poner tu energía, tu fortaleza y tu conexión en pos de el otro, allí se dan muchos milagros, y eso lo podemos hacer aún desde nuestro propio quehacer diario, sin necesidad que sea nuestro «Héroe acumula facturas pendientes» quien tome la pauta. No necesitamos otros héroes.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga