Vivir y cambiar son verbos complementarios; si vivir es permanente movimiento, dentro y fuera de nosotros, necesariamente esto generará cambios que seguramente provocarán sobresaltos en todos aquellos que nos rodean. Esto, aunque no es grato, es necesario y oportuno por lo tanto, es una consecuencia que como adultos sabemos ante nuestras decisiones.

El pensamiento, ya mencionado en mi discurso, de que fuimos educados para ser buenos y no felices, nos llena de pánico y muchas veces nos paraliza, atándonos a lo cómodo y seguro y en la mayoría de las veces, haciéndoselo cómodo a los otros.

Para que una semilla se reproduzca, necesita romperse, deformarse y perder su forma original; de lo contrario no habrá una nueva planta, eso, igual que en la naturaleza, ocurre en el vivir humano.

Es común que las personas escriban cosas como éstas:

– «Creo que esta relación ya no da más, el maltrato es incesante, pero temo causarle daño a mis hijos».

– «Quiero y necesito cambiar de trabajo, el que tengo ya no me llena ni compensa, pero temo conseguir algo mejor».

– «Tengo treinta y dos años quiero salir de mi casa, pero sé que eso a mamá la destrozará y no me siento capaz».

– «Tengo un amigo que está destrozando su vida y haciéndole daño al negocio común que llevamos, peor no quiero perder su amistad».

– «Mi hij@ está totalmente descarriado, pero no me atrevo a decirle algo y ponerle orden porque temo perder su confianza».

Esto y mucho más lo recibo a diario y me indica cómo la culpa puede mucho más que el amor por ese vivir dinámico que necesariamente necesita transformarnos.

Quizás sería una buena noticia informarles que si nos resistimos no cambia nada y todo se queda tal cual, pero sabemos que eso no es así, la vida continúa su proceso y retardarlo en nosotros, es agravar su devenir. Normalmente es el cuerpo el que recibe la contundencia a través de la enfermedad, para así informarnos que ese cambio va, nos guste o no.

Entender la vida y su devenir, siempre implicará romperle los vidrios a algo o alguien, pero es lo que toca y al recogerlos, veremos con qué nos quedamos. Si me permiten inferir algo que me ha dado estos veinte años trabajando con gente, siempre lo que deviene es perfecto y más oportuno, así al principio no lo entendamos.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga