En días pasados, una simpática y respetuosa señora me preguntó, en lo que yo me tomaba un café en una panadería, lo siguiente:
– «Yo a veces, no entiendo. La gente como una que es con el dinero cumplida, clara y solvente, siempre le falta prosperidad y abundancia; en cambio esa gente que anda por ahí echándole carros a otros, malas paga, todo les sale bien. ¿A qué cree usted que se deberá eso?».
Esas son apreciaciones comunes de nosotros en cuanto a los otros y como bien reza el refrán: «no todo lo que brilla es oro»
El sexo y el dinero comparten una energía común, esto se debe a que, quiérase o no, el dinero y el sexo son expresiones del dar y el recibir, por lo tanto, se conjugan en el amor. Si ponemos atención, del sexo se dicen cosas similares que del dinero: son sucios, todo lo que tocan lo manchan, lo echan a perder, la gente mata por ambos, son dos cosas que el que más y el que menos, desean mucho.
Entonces, todo problema de dinero y todo problema de sexo, se relacionan con el amor. Cuando una persona no sabe manejar el dinero, debe y no paga, busca siempre «tumbar» a su semejante, se endeuda sin conciencia, etc. Este ser está expresando su relación con el sexo y el amor y a veces, por ironía de la vida, les llueve el dinero, para recordarles cuán vacíos se sienten y cómo tienen que pagar la vida para sentirla de ellos. ¿Quieren mayor y más dura lección?
Una persona que vende su cuerpo, y aquí me eximo de cualquier juicio moral, lo hace, por lo menos las primeras veces, por encontrar un dinero que le permita vivir mejor. Así que sexo y dinero se encuentran para un fin: sentirse mejor. Sin embargo, y aquí entra mi parte terapéutica, suelen sentirse vacíos porque lo que en realidad están buscando es amor y es lo que menos reciben en estas actividades.
Por todo lo anterior, cuando me toca algún paciente con problemas de dinero o sexuales, me suenan ya las campanas, y quitando el barniz protector, encontramos los grandes vacíos emocionales enfocados directamente a las sensaciones de: vacío, de sentirse incompletos y no amados.
Hagamos pactos sanos con el dinero, pongamos en papel, todo el dinero que adeudo, que nunca cumplí, que me hice el loco, que le quité a alguien con cualquier excusa, honrémoslo, y paguémoslo, no importa si pareciera que pasó mucho tiempo, busquemos a la persona, institución o negocio y aunque sea, digamos que reconocemos esa deuda. Todo esto irá en pos de la gasolina necesaria e indispensable para ser ilimitadamente abundantes y prósperos: sentirnos amados.
Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga