En días pasados, me encontraba en el banco, esperando para la elaboración de un cheque de gerencia, debido al volumen de gente decidí salir a la puerta a esperar. Allí estaba un caballero quien, había, con o sin intención, abierto el speaker de su celular en una conversación con su pareja y me dio la oportunidad de escuchar esto:

– «Hola amor, al salir del banco voy a comprar comida para que almorcemos ¿qué te provoca?».

– «Nada especial mi vida, lo que quieras».

– «Ok, como aquí cerca hay un buen restaurante japonés voy a comprar sushi».

Contestaba ella:

– «¿Sushi? Si comimos japonés la semana pasada, además eso no llena nada. A la hora ya una tiene hambre».

– «Ah ok, entonces voy al italianito de la esquina».

Y vuelve ella:

– «Ay no, pasta no ¿tú te has visto el barrigón que te ha salido, y a mi estos cauchos que no sé cómo quitármelos? Pasta menos que menos».

El, un poco hastiado, le riposta:

– «Bueno vida ¿qué es lo que quieres?».

– «Ya te dije, cualquier cosa, claro que no sea ni pasta ni japonés».

Es una especie de barril sin fondo que se adueña de lo femenino y que va minándolo todo, convencida de que «lo perfecto» existe, pero no para ella y menos con los seres que la rodean.

Este pensamiento, llamado por algunos estudiosos «pensamiento mágico» y que yo llamo el «princesa saboteadora» que habita en casi todas las féminas de esta cultura, es un arruinador muy eficiente de cualquier convivencia afectiva y sobre todo de la pareja.

Es como una apuesta muy neurótica a que ellos deberían adivinar acertadamente aquello que ella quiere y que sería ideal. ¿Han escuchado un mayor sin sentido? Pero así es; por lo tanto representa a corto plazo, una clara frustración y a largo plazo una apuesta ganada a la infelicidad.

Si bien esto que explico tiene raíces también en lo cultural, creo que es un trabajo urgente que deben hacer las féminas, ya no por alguien, sino por su salud emocional que se va secando y llenando de vacíos.

No es una propuesta a la conformidad, no usen atajos, es simplemente valorar todo lo que hay y no lo que falta o podría haber sido. Como esta princesa toma fuerza frente al hombre (quien definitivamente no es, ni nunca será su príncipe) es entender que éste, por cualidad de género, no reconoce procesos, sino objetivos; termina dejando todo y se asume impotente para los sofocantes menesteres de adivinarla.

Así como propongo que es urgente para el hombre acercarse a lo emocional, para no envejecer secos y desolados, les propongo a ellas que es también urgente asumir que no existe lo perfecto y que en «eso que existe» hay amor y muy buenas intenciones, así encontrarán mucha más fertilidad en sus corazones.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga