En una oportunidad, en calidad de paciente, acudí a una psicoterapeuta muy recomendada quien apenas sentarme me dijo:

– «Hola Carlos, antes de comenzar, ¿me podrías contar cómo te imaginas a ti al terminar nuestro proceso de terapia que hoy arranca?».

En mis años de trabajo, era la primera vez que alguien me abordaba así, al cabo del tiempo y luego de preguntarle el para qué de aquella descripción, ella me explicó que era para sacar al paciente de las expectativas y darle un necesario y oportuno cable a tierra que determinaría si queremos o no quedarnos en el proceso.

Eso me parece excelente implementarlo con las parejas, sobre todo con aquellas que deciden convivir o casarse, porque es sorprendente que cuando llegan a la consulta, luego de dos o tres años juntos, vienen con la frustración dolorosa de que sus películas de vida, no sólo no tienen que ver la una con la otra, sino que lo más triste es que nunca se lo plantearon; haciendo del ya complejo mundo de las relaciones además, un proceso adivinatorio que apuesta al fracaso, por lo menos de alguno de los integrantes.

Seguro usted ha escuchado una frase antipática, pero muy real que reza así:

«El amor no es suficiente».

Y es totalmente cierto, mucho más en esto de esperar que alguien nos haga realidad una película que desconoce, teniendo él o ella la suya propia y esperando exactamente lo mismo.

Todos los seres tenemos una película que se aproxima bastante bien a lo que soñamos y queremos. Ninguna película es buena o mala, simplemente hay algunas en las que yo no quepo y otras, en las que no cabes tú, ni siquiera con un crédito especial.

Heriberto fue a verme a la consulta con mucha rabia contenida, luego de respirar hondo me contó:

– «Ángeles es la mujer que yo más he amado, fueron dos años de novios y ya ocho meses de casados. Siempre la respeté, pero ya no puedo más. Es un ser desordenado, odia los oficios del hogar, vive amargada y el otro día la vi tomando pastillas anticonceptivas y le dije que ya era momento de tener familia; se transformó y me dijo que ella no nació para estar lidiando con muchachos, que nada que ver. Estoy frustrado y no sé qué hacer».

Aquí están dos películas que no conectan en lo principal pero sí coinciden en el amor. Lo que se pide, no son películas iguales, pero sí, en nombre del amor y antes de decisiones formales (convivencia, comunidad, matrimonio o familia), una negociación donde ambos hablen claro y ver hasta donde se cede para iniciar un proyecto en común.

Les recuerdo que cuando hablamos de negociación, nos referimos a aquel intercambio donde ambos, al final, se sientan ganadores.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga