Hay que reconocer que siempre una situación que implique conflicto, roce o fricción con alguien, sobre todo si este ser nos importa, o más, si nos interesa lo que piense de nosotros, constituye un trance incómodo y hasta doloroso.

Mil veces repito que nos educaron para ser buenos y no felices, por lo tanto, en el concepto de ser «buen muchach@» no cabe la posibilidad de que el conflicto nos deje dormir en paz, pues representaría ser felices, más jamás buenos.

Sin embargo, es el conflicto el aditivo necesario que nutre cualquier relación. Constituye un «quita máscaras» altamente efectivo que nos regala ese conocernos desde nuestra verdad sin calificativos.

Por todo lo explicado arriba, nuestra cultura no nos brinda ninguna herramienta o codificación posible para lidiar con este constante elemento que se puede activar en cualquier circunstancia y sin previo aviso. Por lo tanto, es la soberbia o la huida la que nos gana la partida. La típica excusa: – «Es que yo soy una persona armónica y prefiero dejarlo así». Por lo tanto, el conflicto nos va dejando secos y desolados; buscando atraer seres que, como nosotros, se traguen las cosas y permitan situaciones inadmisibles en sus vidas. O por lo contrario, nos agarra la conflictividad, y no convertimos en unos pica pleitos, vacíos de argumentos y de posibilidades de contacto íntimo.

Intentaré darles algunas pautas para trabajar este amigo disfrazado de maleante que necesitamos conocer y domar en nuestros diarios contactos. Lo haré desde la pareja que, por íntima y cotidiana, tiende a poner a dormir al conflicto en la propia alcoba.

En principio, cuando éste surge, es importante reconocerlo, vernos en el y darnos el tiempo de sentir cuánto nos molesta, duele o aterra. En el furor emocional no es prudente actuar, es mejor aquello de: – «Déjame procesar esto y hablamos». En este período hay que dejar salir la emoción (llanto, rabia, confusión, decepción) y saber que es el puro estallido. Luego, es importante y altamente importante recordar que LA PAZ COMIENZA CUANDO DEJAMOS DE QUERER TENER LA RAZÓN. Y como es éste el mayor causante del conflicto, se hace imperante ponerse ¡Manos a la obra!

Durante el conflicto es importante que no huyamos, mantengámonos ahí, aunque no sea en la guerra, pero sí en el campo de batalla, quien huye no crece.

En el enfrentamiento aclaratorio, cuando se presente, y es necesario que se presente o que se induzca a que se realice. Cuidado con los atajos de Internet, debemos dar la cara. Aquí hay que hablar desde nosotros y de lo que sentimos, sin que nos gane el querer tener la razón.

Sabemos que este conflicto cumplió su cometido, el de transformarnos, cuando sentimos que los involucrados nos sentimos ganadores, por lo tanto, quizás hace falta más de una incómoda conversación.

Se que lo que planteo no es fácil, ni light, pero recuerden que la fertilidad de la tierra, como la del alma, llevan trabajo.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga