En esta rara ansiedad en la que nos debatimos ante uno de nosotros que quiere sentirse seguro en el amor y el otro que desea hacerse ver como alguien libre, mente abierta y light; terminamos agotados, acabando con nuestra mejor esperanza y además, en el vacío de una desaparición, un abandono, una traición o un no sé qué me pasa sin explicación alguna.

No me cansaré de reiterar que una relación afectiva tiene que ser un claro acuerdo entre las dos personas que sienten y que deciden unirse en ese sentir. Si bien los acuerdos son violables o simplemente olvidables, un acuerdo sustenta un camino, unas formas y nos permite movernos en un marco para nuestra emocionalidad.

Una amiga me comentaba que luego de un año y medio de relación con un individuo, éste se desapareció sin explicación alguna y ella, en nombre de su apertura y libertad se quedó en un limbo que la llevó a ingerir fármacos para cabalgar en su severa depresión. Ella me lo contó así:

– «Realmente no se bien qué pasó, pero él comenzó a comportarse de forma extraña, llegaba tarde, huía del contacto. Yo, en dos oportunidades intenté abordarlo pero muy suavemente, en la última le dije que si ya no me quería, se podía ir que siempre le dije que las puertas estaban abiertas y ni siquiera una excusa o razón tenía que explicar. Y un día se desapareció. Sin contestarme el celular, y yo simplemente entendí que el amor se había agotado».

Entendemos de sobra que nadie amarra a nadie y más, de que somos libres para irnos; lo que llama la atención, es que en este caso no se trata de una exhibición de una película que no me gustó, me paré y me fui, no. Aquí hay un acuerdo, hay otra persona, hay convenios expresos o tácitos en el estar y más el vivir juntos, pero en la narración de mi amiga la primera en pasar por encima todo esto, en nombre de una etiqueta tonta, es ella. Y mira a donde la condujo dicha actitud libre, open y light, a la depresión desolada.

Entre adultos, en lo afectivo, siempre hay acuerdos que hay que honrar y de no hacerlo, se violan derechos fundamentales en la afectividad del otro. Por lo tanto, el querernos a nosotros, en principio y el amar o querer al otro, imprimen lazos en dichos acuerdos que se convierten en derechos irrenunciables que tenemos que exigir de forma clara y en persona; es decir, así como nos dimos el frente para echar a andar un vínculo afectivo, también debemos el frente para explicar nuestra retirada sea por la razón que fuera.

Cuando, por jugar a estas posiciones tontas, dejamos unas páginas en blanco que no permiten desarrollar la historia en que se sustentan y nos van acumulando vacíos que subrayan seguramente, un desamor profundo hacia nosotros.

Si decidimos estar con alguien y acordamos un camino, estamos en el deber de enfrentarnos a nuestra nueva decisión y asumir las consecuencias, así esto no sea fácil ni agradable.

Nadie que no se ame y respete, puede amar y respetar al otro.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga