Para abordar este complejo tema, es necesario aclarar que una dinámica, es una conducta que se engrana con otra haciendo una suerte de loop, generando siempre consecuencias, dramas y actos parecidos.

Ejemplo de ello puede ser, aquella relación donde él bebe, llega agresivo, ella lo increpa e insulta, él la agrede, ella llora en su herida, él reacciona, se arrepiente y ella lo perdona y allí se genera un rato de apasionado amor, hasta la próxima vez.

Hace poco, una dama por las redes me comentaba lo siguiente:

– «Carlos, estoy muy preocupada porque siento que cometí un error muy grave. Mi marido llegó muy tarde, no me llamó en todo el día, yo muy molesta, apenas lo vi entrar y como algo que se encendiera, lo insulté feamente, realmente me valí de aquello que sé lo puede maltratar, todo esto con mi bebé en brazos, entonces él, fuera de sí, me intentó ahorcar, sin reparar en el niño, ahora tiene una semana sin hablarme, creo que acabé con esta relación por mi impulsividad, sabiendo además que él es un hombre violento. Ayúdame, no lo quiero perder».

Este caso con ciertas tinturas de gravedad, nos habla de dos seres violentos que, cuando se ven perdidos en el amor, recurren a sus dinámicas acostumbradas que es sacar al otro de sí, para que, una vez logrado el objetivo, sentirse perdidos, arrepentirse y volver.

Varias veces he señalado que un arrepentimiento, la mayoría de las veces, no implica una transformación. Es decir que un pedir perdón, no necesariamente es un cambio de conducta.

La ira es algo profundo y además multifactorial, hay que verlo con cuidado porque las consecuencias pueden ser muy graves. Nuestra cultura le huye a la rabia, no la acepta, lo que implica que nuestra expresión de esa emoción, casi siempre se haya reprimida, generando una bomba de tiempo que casi siempre desahogamos en aquellos seres con quienes sabemos o creemos tenemos garantizado el amor.

Estoy seguro que en esta pareja no es la primera vez que ocurre una escena como esta y también, puedo adivinar cómo termina, lo que sucede es que ahora se le añadió un elemento muy peligroso, el hijo de ambos.

Lo que intento en este artículo es que veamos y reconozcamos estas dinámicas violentas, las que necesitan ayuda profesional ya y que alguno de los miembros de la pareja decidan poner fin a lo que allí se genera.

Además, cabe destacar que esta violencia es desencadenante, generando más y más agresividad en pos, absurdamente, de encontrar el amor y la cercanía deseada.

Cuando descubramos situaciones como éstas en inminente que alguno de los dos busque ayuda, con uno que comience atrabajarse, romperá la dinámica y pondrá los límites necesarios para no seguir abonando en tan peligrosas situaciones.

Recuerden que toda ira no esconde otra cosa que mucha tristeza y frustración reprimida y no reconocida.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga