La tercera trampa de la mente, la constituye LA NECESIDAD DE ANCLAR SÓLO LO NEGATIVO. Es como si la mente sólo pudiera encender parte del estadio, la otra queda a oscuras, por lo tanto sólo veo aquello perjudicial, difícil e incómodo en la experiencia que me tocó vivir y cuyo resultado quizás no fue el soñado.
Esto lo vemos con mucha claridad cuando somos víctimas de duelos, pérdidas o separaciones. Si bien es natural llorarlos, padecerlos y hasta sufrirlos, hay oportunidades que sentimos que pasa el tiempo y la persona sólo se queda en esa sombra terrible del hecho que si bien existe, bien sabemos que tiene su otro lado ganancial y lumínico, pero para ello debemos bajar al corazón, pasar del entender al comprender es decir, hacer el viaje de la mente al corazón.
A veces, la mente «nos sirve» para mantener viva la llama de la rabia hacia algo o alguien, por lo tanto es la mente quien se niega a encender la luz para ver qué hay en verdad. De allí que las obsesiones, el quedarnos pegados en situaciones o relaciones terminadas ya, es un quehacer de la mente que ejecuta a mucho gusto.
La mente funciona en forma de loop, por lo tanto es un carrusel de imágenes que se repiten sin ninguna posibilidad de ir más allá o agregarles nuevas y menos que no tengan el mismo tono de las que ruedan en ese carrusel.
José Luis fue abandonado por su mujer de forma súbita, dejándolo en la calle y ya con un sustituto que era un compañero del trabajo de ella que se había hecho muy amigo de la pareja. Este hombre sufrió mucho la pérdida, pero lo que me impresionaba era que pasaban los años y continuaba echándome el cuento igualito, como si hubiera ocurrido ayer, aún cuando estaba vuelto a casar y a la espera de un bebé. Un día le dije, desde lo mejor de mí:
– «Amigo, ¿no crees que por tu salud y por la de tus nuevos proyectos de vida, debes tragar ese bocado pasado y dejar que tu ser lo digiera y ver lo que te ha traído para el presente?»
Se quedó callado y mirándome muy intensamente me dijo:
– «Eso jamás, yo no me permito que mi rabia y menos mi dolor cesen, necesito ver venganza; ejecutada por Dios, por mí o por la vida, pero no puedo dejar las cosas así. Es cuestión de honor y eso, no se traiciona».
Aquí, mi amigo estaba raptado por el orgullo que es uno de los aliados de la mente, pues es él quien no nos permite digerir y encender las luces, quizás por un miedo a sentirnos perdedores del todo, o no sentirnos compensados, o simplemente a no amar a nadie más porque sentimos que ese amor traidor y lacerante es el que nos merecemos.
El orgullo, la obsesión, lo reiterativo y la terquedad son aliados de las trampas de la mente, sobre todo en esta de anclarnos en lo negativo. Cuando nos quedamos en ellos, no importa el tiempo transcurrido, estamos presos de la mente y sus tramas.
Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga