En el momento histórico que vive Venezuela, creo oportuno pasarnos un poco por este verbo; posibilidad para algunos, absurdo para otros. Cabe destacar que no soy y menos pretendo ser analista social o político, simplemente deseo poner en la mesa mi experiencia en este tema con parejas, empresas, padres e hijos, etc.

El diálogo es una vía necesaria, importante y previa para la tan anhelada negociación, una vez que pasemos las tormentas necesarias y le otorguemos el TEMPO necesario para escucharnos y reconocernos.

Cuando me ha tocado mediar parejas, empresas o familias, tengo que partir de que, independientemente de las consideraciones, hay dos partes profundamente heridas que están en pleno desborde emocional. Esas heridas son válidas para cada uno y muerden todo lo que vean en movimiento, por lo tanto, los primeros encuentros no servirán para otra cosa que para hacer catarsis, desahogar y dejar salir todo este collage emocional que han venido tragando, cual veneno, las partes en pugna. Por lo tanto, seremos testigos de un debate de ideas, posiciones y visiones que carecen, casi todas, del grado de objetividad necesaria.

No hay que perder de vista que la sola intención de buscar ese diálogo primero, es de suma importancia porque traza el camino para el encuentro con lo común, con lo que les interesa y duele realmente a las partes y que no se ve claramente, debido a tanto dolor y rabia.

Esta búsqueda debe llevar varios elementos que garanticen su realización e intención de construir, independientemente de cual de las partes sea la convocante: La utilización de un o unos mediadores confiables y objetivos.

Encontrar un espacio que las partes sientan neutral para que la confianza permita el clima ideal para la expresión.

Ir paso a paso, sin presión, esas heridas tardaron tiempo en abrirse, por lo tanto, tardarán igual para cicatrizar.

El compromiso de las partes de mantenerse en el proceso y confiar en el o en los mediadores.

En este clima, se comienza con la realización de esta esperanza de diálogo que tendrá sus humanas y necesarias etapas:

Exposición de ideas cargadas de emoción, acusación y rabia ante la otra parte, a quien se le verá como responsable absoluta de la crisis. (Más debate que diálogo).

Cuando salimos del desborde emocional, se va imponiendo la razón, lo que permite cierta mesura y claridad tanto en el exponer como en el escuchar al otro.

El encuentro con ese punto en común que nos trajo aquí y que para ambos es lo más importante. (Comienza la negociación)

El escucharnos y reconocernos como dolientes de ese espacio común.
La posibilidad de llevar propuestas incluyentes que les permita sentirse ganadores en el logro del objetivo.

La exigencia de trabajar por resultados en un plazo de tiempo contemplado con criterio de realidad.

Supervisión de los resultados y convertirse en guardianes y garantes de los procedimientos y procesos.

Quiero expresar aquí, sin otro ánimo que el de pensar en el país que es nuestro punto común, que las más exitosas experiencias históricas de convivencia, logros bien sustentados y posibilidades sociales, políticas y económicas, han llevado como punto en común el diálogo.

Entiendo las muchas resistencias que el contexto histórico nos pueda generar, sin embargo, les regalo mi experiencia al respecto, lo que me hace sostener una gran fe en el diálogo como herramienta para transitar nuevos y mejores caminos para esos conflictos que parecieran no tuvieran salidas claras.

No pretendo tener verdades, simplemente estoy cargado de esperanzas.

Hasta la próxima sonrisa:
Carlos Fraga